El mundo que vivimos

En el mundo actual los Estados buscan un lugar en el escenario global. Este lugar es el resultado de las capacidades propias y la habilidad para obtener ventajas mediante la adhesión y creación de alianzas multilaterales basadas en las relaciones de poder.

El concepto de poder podría entenderse como la capacidad y/o habilidad para influenciar en el comportamiento de otros e inclinarlo hacia nosotros de la manera más favorable posible. Hablando de Estados[1] y la manera de ejercerlo, bascula entre la seducción, la tolerancia y la imposición, siendo toda una serie de variables temporales, circunstanciales, cuantitativas y cualitativas las que determinan la forma en que se materializa. Son conocidos los conceptos y sentido de las expresiones Hard Power y Soft Power. El primero obedecería al poder político proyectado desde el correspondiente económico y militar de un Estado. Para ejercerlo es normalmente necesario que quien lo tenga enfrente lo conozca, y sepa que lo respalda una capacidad militar acorde al tamaño de su economía, lo cual determina que el poder económico se apoya en ella, lo mantiene y desarrolla. Los acuerdos con su titular vendrán circunscritos y predeterminados a una relación desigual si no se está en condiciones de ejercer la misma fuerza en ambos aspectos, o bien, se está en condiciones de resistir para no ceder a dicha fuerza. Consecuentemente, el poder político soportado en ambos pilares es acorde a la capacidad de proyección exterior que se desarrolla en torno a la fuerza de coerción del de enfrente, y es usado desde el poder que ambos aspectos le otorgan en el escenario transnacional.

El segundo, como contraste al primero, se basaría en la capacidad de hacer una política de proyección exterior basada en el poder político que se es capaz de proyectar por parte de un Estado, ejercido a través de la diplomacia y su empatía basada en su cultura y su historia bajo una concepción aquí de nación.

Entre ellos, alternativamente se desarrollaría en un marco de continua adaptación el Smart Power, que consistiría en la habilidad, conveniencia o utilidad de combinar y moldear ambos extremos en cada momento y/o circunstancia cabalgando y adaptándose continuamente sobre el movimiento que la fuerza de los vientos y accidentes que el lugar determinen. Bajo el espectro de los tres antedichos vectores cabría identificar cuatro componentes que determinarían la capacidad de proyección del poder político de los Estados en el escenario internacional:

• El poder económico y su capacidad para penetrar en el comercio internacional.
• El poder militar, entendido como capacidad de fuerza y disuasión frente a terceros. Es normalmente acorde al tamaño de su economía. Sin embargo, puede dar lugar a importantes sesgos. Un importante poder militar puede soslayar la razón económica.
• El poder concebido a través de su cultura, historia y diplomacia que sean capaces de proyectar sobre terceros. Es el único de los tres que puede ser implementado por potencias medias o pequeñas que no pueden recurrir a los dos anteriores.
• El tamaño demográfico.

Existe un consenso general en admitir que de entre las variables que determinan el poder o capacidad de influencia de un estado, estarían el tamaño de su economía que en principio debería estar secundada con el poder de su ejército. El tamaño de su demografía, su historia y cultura y su nivel de desarrollo humano, aceptándose que este fuera identificable a través de su IDH[2]. Sin embargo, hay algo que pudiera no estar contemplado en estas variables y que convendría identificar y averiguar. Son muchos los medios de comunicación e instituciones públicas y privadas que se dedican a elaborar estadísticas y ránquines de todo tipo. Cuando las variables son cuantitativas suelen reportar resultados y conclusiones similares, pero cuando se introducen variables cualitativas suele complicarse la obtención de resultados y/o conclusiones similares. Así, a pesar de que el IDH pretende objetivarse a través de un cálculo matemático, la valoración y cuantificación de las magnitudes que integran su composición podría pecar de importantes sesgos que determinarían la falta de uniformidad en la obtención de los resultados que del mismo se derivan.

A modo de ejemplo cuando se habla de “acceso al conocimiento” puede no tener el mismo significado en los estados europeos que en los africanos, lo mismo cabría decir de la cultura y de las conversiones cuantitativas de las monedas que a menudo no observan los efectos que en dicha conversión pueden tener la paridad de los tipos de interés nominales y el condicionamiento que impone la inflación esperada (Relación de Irving Fisher). Asimismo, el desarrollo de la educación y cultura comporta muchas dificultades al tratar de comparar la de los estados democráticos con los que poseen un sistema totalitario, y más si tienen un corte islamista, donde la condición femenina de un ser humano puede determinar muchas limitaciones a la hora de homogeneizar y comparar dicho IDH. A modo de ejemplo, partiendo de la hipótesis de que todos los estados tienen una relación de paridad entre número de habitantes varones y mujeres, y que a las mujeres no se les permite determinadas actividades académicas, laborales y/o sociales, tal vez, pueda existir un importante sesgo de valoración, tanto en relación con la valoración femenina y lógicamente también en la masculina. Así, por ejemplo, a estados como Arabia Saudí, Emiratos y Qatar, las NN.UU. le atribuyen un IDH ligerísimamente inferior al español pero superior al de muchos estados democráticos de la Unión Europea procedentes de la antigua Europa del este. Sin embargo, en dichos estados, a las mujeres (50% de la población) se les impone una forma de vestir que coarta abiertamente su derecho de igualdad, o no se les permitía conducir como a los varones hasta hace bien poco, tampoco podían viajar solas ni caminar al mismo nivel que su pareja matrimonial sino detrás del mismo, marcos legales que determinan que las mujeres hereden de sus padres la mitad que sus hermanos varones. Por no hablar de que un hombre pueda contraer matrimonio con varias mujeres, jamás a contrario. Aunque determinadas pautas culturales ya no tengan reconocimiento legal (otras sí), se siguen aplicando socialmente y, quien transgrede algunas normas culturales paga y debe asumir unas consecuencias inciertas.  También a título anecdótico decir que España, en el ranquin que elabora Business Insider[3] (por tomar una referencia) correspondiente a 2018 de entre las 25 naciones más poderosas del mundo, aparece en el puesto 23, en tanto que Canadá aparece en el 12 y Australia en el 16. Según el mismo medio[4] el poder militar de España se situaría en el puesto 20, Canadá en el 21 y Australia en el 19.

Lo que llama poderosamente la atención es que en ese ranking del poder se sitúen por encima de España, estados como Pakistán, un país que a pesar de más que cuadriplicar la población española tiene un P.I.B. absoluto que no alcanza en su conjunto el 5% del español y se sitúa en el 22 por encima de España. Qatar en el puesto 20, un país con 2,6 millones de habitantes y 11.586 km² de territorio y un P.I.B del 13% del de España. Su extensión ligeramente mayor a la mitad de la provincia de Badajoz. Suecia en el 19 con 10,2 millones de habitantes, y Suiza en el 17 (luego hablaremos de ellos). India en el 15. Turquía en el 14 con la mitad del P.I.B. español. Irán en el 13, con menos de la cuarta parte del P.I.B. de España. Emiratos Árabes en el 10, con 9,6 millones de habitantes y menos de la tercera parte de su P.I.B., Arabia Saudí en el 9, con 32,3 millones de habitantes y la mitad del P.I.B. español. Y el gran paradigma, Israel en el 8, con 8,9 millones de habitantes y 22.145 km² de territorio y un P.I.B. algo mayor a la cuarta parte de nuestro P.I.B. y una extensión menor a la de la Comunidad Valenciana. El resto son fáciles de adivinar[5]. ¿Qué hace a Israel estar como octavo en poder e influencia internacional?

En esta clasificación cabe introducir las siguientes reflexiones en relación a diversas cuestiones:

• El primer grupo objeto de observación serían los que conforman países islámicos: Qatar, Emiratos, Arabia Saudí por un lado y Pakistán e Irán por otro. En estos cuatro países, la mitad de la población. La femenina, está callada. Carece y está privada de la más mínima posibilidad de ejercer sus derechos más elementales en distinto grado. Los dos primeros son, objetivamente, lo que podríamos denominar dos “pigmeos” al lado de España por muchas razones que extralimitan con mucho las posibilidades extensivas de este trabajo, salvo por una arista; la magnitud de su capital líquido, que proviene de una sola industria, sus recursos petrolíferos y de gas natural desarrollados por ingeniería ajena, no propia. Los tres estados son monarquías absolutistas y totalitarias. Carecen prácticamente de sector primario, carecen de sector industrial (con la excepción del petróleo y gas), carecen de historia e identidad como estados, pues su origen tiene naturaleza tribal y son el resultado de la división y reparto del Imperio Otomano consecuencia de los acuerdos Sykes-Picot tras la primera guerra mundial entre los vencedores. La mitad de su población (la femenina) no cuenta y está sometida a la voluntad masculina. Un varón puede, según estado, contraer/poseer a varias mujeres. Obviamente no a contrario. El orden de sumisión femenino al varón es determinado y definitorio. La condición de mujer determina un conjunto de limitaciones a la mitad de la población que no se corresponden con un nivel de desarrollo objetivo a nivel de sociedad desarrollada en su conjunto. Si prescindimos de la mitad de miembros de una sociedad, por mucho que haga la otra mitad no hay desarrollo del conjunto social, menos si es admitido en legalidad y además está configurada bajo la imposición y reconocimiento de desigualdad de género. Sin embargo, paradójicamente, las NN.UU. les atribuyen un IDH elevadísimo. A Qatar y Emiratos particularmente las NN.UU. les asigna un IDH de 0,848 y 0,866, muy altos. Los dos primeros poseen en orden diferencial respecto a España una elevada capacidad de liquidez en capital, lo cual en el orden de desarrollo no justificaría su posición, ¿o sí? Arabia Saudi, por su parte es otra cosa, NN.UU. le asignan un IDH del 0,857, también elevadísimo. Su nivel de desarrollo social y régimen de libertades es prácticamente idéntico al de sus vecinos menores. Sin embargo, Arabia Saudita posee una mayor población, y además de poseer una importante capacidad de capital líquido, es desde hace bastantes años el tercer inversor de armamento del planeta por detrás de los EE.UU. y China según el SIPRI[6]. Por encima de Rusia. Además, junto a Irán (chiita) lidera la causa del Islam, en su versión mayoritaria sunita. Tenemos por tanto, dos naturalezas diferenciadas de estos tres países: En Qatar y Emiratos A. exclusivamente su capacidad de capital líquido y Arabia añade a ello una fuerza militar relevante. Ninguno de ellos se acerca ni de lejos a la dimensión de la potencia económica de España, paradójicamente las NN.UU. les atribuyen un IDH elevadísimo y, sin embargo, en alguno de esos países no se permitía hasta hace poco tiempo que la mujer pudiera obtener un vulgar carnet de conducir vehículos a motor, ni se permitía caminar por la acera al mismo nivel del varón, sino detrás. Prohíben legalmente exponer públicamente afección a otros credos religiosos distintos del Islam en público, lo que determina infracciones legales cuando no delitos[7].Por ejemplo, se prohíbe llevar colgada una cruz cristiana en el cuello de forma visible y a sus mujeres descubrir su cara en público. Sin embargo, como se ha dicho, se les asigna un IDH elevadísimo. Tendremos que resolver el nudo gordiano a la manera en que lo hiciera Alejandro Magno[8]. Partiéndolo con su espada. La clave de Qatar y Emiratos es su capacidad de capital líquido, la de Arabia lo es además su poder militar. Bien, ¿qué justifica su IDH? Irán por su parte, heredero de una gran cultura y desarrollo del Imperio Persa[9] merece un estudio más particularizado. Irán fue víctima del denominado “El Gran Juego” por los británicos y el “Torneo de las Sombras” por parte de Rusia que pretendían su dominio de Oriente Medio durante el siglo XIX, focalizando su interés mayoritario en lo que hoy es Irán. Actualmente su población goza de un desarrollo económico e industrial significativo, basado en su financiación inicialmente por sus recursos petrolíferos. Posteriormente desarrolló una industria de cierta relevancia. Posee un sector primario y terciario dedicado fundamentalmente al autoabastecimiento y se ha convertido en la gran potencia de Oriente Medio. Tras su conversión en República Islámica en 1979, ha sido objeto de sanciones por parte de Occidente, especialmente de EE.UU.. Su obsesiva determinación de dotarse de armamento nuclear le ha convertido en el objetivo preventivo de Israel, EE.UU. y buena parte de Occidente. Irán posee también un alto IDH del 0,797. Además, junto a Arabia Saudí (sunita) lidera la causa del Islam, en su versión chiita. En relación a Pakistán, si bien, parte de su población, la de origen pastún (que comparte con Afganistán, como consecuencia del establecimiento de la línea Durand por los británicos) tiene origen milenario, siempre en un contexto tribal, su nivel de desarrollo y proyección política exterior no deja de ser percibida sino como una sociedad atrasada y sumida en una interpretación del Islam poco evolucionada. Las NN.UU. le atribuyen un IDH medio de 0,56. ¿Por qué se le atribuye un mayor orden de poder mundial que a España? Sólo pudiera responder a una razón: posee un arsenal nuclear, resultado de las necesidades y fricciones con India de la que se escindió y que también lo posee y justificaría, junto a su inmensa población, su ventaja en proyección de poder.

• El otro grupo de difícil comprensión, en su situación de proyección de poder lo sería el conformado por Suecia y Suiza. Ambos por distintas razones han ganado su capacidad de proyección a través del Soft Power. Proyección de su diplomacia, su cultura e historia. Con un poder económico muy inferior al español en términos absolutos, el primero ha sabido proyectar una imagen de desarrollo de su sociedad de bienestar que a la mayoría de países de occidente les gustaría alcanzar. Su sistema de bienestar constituye una referencia en el orbe junto a Canadá de lo que es conjunción de nivel de vida, educación, cultura, desarrollo económico, tecnológico y compromiso internacional y tolerancia encomiables. La proyección lanzada tempranamente, desde un punto de vista cualitativo, de los Premios Nobel, ha reportado a Suecia toda una serie de utilidades en una conjunción de cultura, tecnología, ciencia e ingenio, así como una forma de alarde generoso y de diferenciación en el mundo difíciles de alcanzar. Un alarde de mercadotecnia estatal temprana. Por su parte, Suiza, en la línea de desarrollo de su Soft Power, ha sabido conjugar su fuerza y buena parte de su poder en su particular confederación de cantones. En sustitución del Premio Nobel supieron desarrollar y proyectar exteriormente una idea de no alineación con bloques políticos ni ideológicos, han desarrollado una cultura de neutralidad y supieron hacerse acreedores de recoger organizaciones internacionales de primer orden. La Cruz Roja Internacional, la Organización Mundial de Comercio (OMC), la sede de NN.UU. en Europa, sede de la F.I.F.A. y de la U.E.F.A., del Comité Olímpico Internacional (C.O.I.), así como la Unión Postal Universal (U.P.U.) y, nada más y nada menos que, la Organización Europea para la Investigación Nuclear (C.E.R.N.), el mayor laboratorio mundial de física de partículas. El brazo “armado” de Suiza se desarrolló en su sistema financiero y su opacidad frente a países terceros. En su sistema financiero dieron cabida a parte importante de los capitales desviados de sátrapas y tiranos, asentamiento a fortunas de origen lúgubre e incierto, a menudo criminal. Es la sede, recurso y refugio de buena parte de las fortunas más sombrías del planeta. ¿Está ahí la base de su poder diferencial? No es Suiza en sí, sino el gran poder de las personas que se acogen y preservan allí sus secretos más oscuros amparados en un sistema normativo fuertemente blindado y un sistema de anotaciones en cuenta encriptado que sólo se soporta y justifica en su escasa dimensión geográfica y demográfica en términos absolutos.

En todo lo expuesto cobra especial relevancia para conocer y evaluar el desarrollo y distribución de la riqueza de los estados el denominado Coeficiente Gini, cuyo valor oscila entre el cero y el uno. Multiplicado por cien se obtiene un porcentaje y suele referenciarse a la Mediana. Cuanto menor es su valor, mayor igualdad social existe en un Estado. Cuanto mayor es, mayor es la desigualdad social en el mismo. Pero esto es una cuestión que extralimita el alcance de este trabajo.

Digamos de lo expuesto que, conviene deducir que el poder transnacional está vinculado, en principio, a la economía y/o la potencia militar con excepciones de ventajas particulares que algunos han sabido obtener. Resulta obvia la interdependencia de ambas aristas, económica y militar, así como la conveniencia de conjugar ambas para proyectarlo.

España sería sin duda, un estado con un potencial para el desarrollo del Soft Power de primer orden, por cultura, historia y patrimonio que, sin embargo, el escaso acierto de sus distintos y sucesivos dirigentes y gobiernos han sabido implementar adecuadamente en su proyección exterior, siempre muy lejos de desarrollar su potencialidad. Es muy poco conocido el importante papel jugado por España en la formación y Declaración de Independencia de Estados Unidos[10], de la misma manera que tampoco lo es aquí. Pocos conocen, asimismo, el origen y referencia a la moneda imperial española, el Peso o Duro de Ocho Reales en la creación del “todopoderoso” Dólar estadounidense que referenció su paridad al mismo tras tomarlo como moneda propia. Tampoco suele conocerse en España[11]. Más lamentable es la postergación del papel de España en la formación de la ciencia económica[12] desde la denominada escolástica tardía de la Escuela de Salamanca[13], el derecho internacional y abolición de la esclavitud que la ignorancia atribuye a Abraham Lincoln cuando 350 años antes lo había hecho Isabel La Católica en su testamento[14]. Más contando con el reconocimiento de la Unesco en 46 declaraciones de patrimonio de la humanidad, siguiendo a Italia y China con 52 cada una de ellas, y siendo además, el segundo país más visitado del mundo.

La España de hoy podría identificarse en la actualidad como una potencia media en términos económicos y militares. Sin embargo, la influencia de su cultura e historia en la era moderna la sitúan en un orden de privilegio singular y diferenciado que, tal vez, no se ha explotado adecuadamente. ¿Ha sabido España proyectar esa realidad y obtener las utilidades que de ello cabría deducir? ¿Su influencia en el escenario geopolítico mundial se corresponde con el tamaño de su proyección cultural e histórica? Probablemente no.

Resulta trivial decir que el tamaño demográfico es un componente significativo también, al margen de los otros tres citados, pero más tarde veremos que el mismo se relativiza frente a los dos primeros. Al margen de la enorme dificultad que implica realizar una evaluación prudente y consecuente en rigor sobre el particular, sí puede apreciarse objetivamente una ventaja que en este sentido podría percibirse de países similares en la dimensión de sus economías y poder militar, como sería el caso de Canadá, con un ejército no mejor dotado y un tamaño de su economía similar (ligeramente superior) y también menor población. Otra nación de referencia para delimitar esta idea sería Australia, que con una economía y ejército menor y algo más de la mitad de población que la nuestra es considerada también como de mayor influencia global que España como luego se verá. Ambas carecen del bagaje cultural e histórico de España. Paradójicamente, Rusia es percibida como una de las tres superpotencias del mundo actual, sin embargo, el tamaño de su economía se sitúa entre la española y la italiana en términos nominales, por debajo de Francia y Reino Unido, y menos de la mitad de Alemania. Su poder es el resultado de la capacidad de proyectar su poderío militar. Israel es, en cambio, una especie de microestado del tamaño de la provincia de Badajoz, con menos de 9 millones de habitantes y la cuarta parte de poder económico que España que casi todos los medios sitúan muy por encima de España en su capacidad de influencia en el escenario mundial. Luego se hablará de todo ello.

A mediados de los años sesenta y setenta del siglo pasado, España era considerada como la décima potencia económica del mundo, sin embargo, y aun así permanecía aislada del resto de Occidente debido a su régimen político. ¿Hubiera cambiado su suerte si se hubiera dotado de un arsenal militar de disuasión nuclear en el momento oportuno? Ahora se hablará de lo que aconteció y del acierto o no de las decisiones políticas que se adoptaron bajo los condicionantes y circunstancias coetáneas por parte de sus responsables políticos; no sin antes tratar de exponer el contexto en que se desenvolvía la nación española.

BIBLIOGRAFÍA

[1]Estado, Nación y País, son conceptos diferentes y diferenciados aun cuando su alcance conceptual resulte a menudo difícil de delimitar y tienden a confundirse. A veces su uso suele traer causa en el interés político.  Aquí, y en este trabajo, Estado, es una delimitación jurídica de un territorio que identifica a un sujeto único de relaciones internacionales, geográficamente o no unidos necesariamente desde el punto de vista territorial, pero reconocido como unidad frente a otros estados. Se correspondería con la unidad de reconocimiento actual del que gozan los miembros de NN.UU.. El concepto de País delimitaría un territorio que por razones históricas y, casi siempre, de origen cultural y/o histórico pretenda ser un Estado (País Vasco, Países Catalanes). Respondería a una delimitación territorial con lazos culturales que aspiraría a ser Estado en el sentido anterior. El concepto de Nación se identifica como identidad cultural, étnica y/o religiosa en la historia. No precisa de territorio único exclusivo ni excluyente, es una población unida que reconoce su existencia por adscripción personal aún sin territorio. El ejemplo más trivial de su existencia podría identificarse con la Diáspora Judía, repartida por todo el planeta en muchos países, unidos conforman la “nación judía”. A contrario, si nos situamos en EE.UU., Estado sería cada uno de los correspondientes que lo conforman y delimitarían una Nación.

[2] IDH (Índice de Desarrollo Humano), es un índice elaborado por el Programa de las NN.UU. para el desarrollo, que mide de manera sintética lo que se considera dimensiones esenciales del desarrollo humano, esperanza de vida, acceso al conocimiento, desarrollo y cultura de las personas, nivel de vida en términos económicos, etc. Su contenido e información puede recuperarse en http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr_2019_overview_-_spanish.pdf

[3]Baker, S. (2018). El ránking de las 25 naciones más poderosas del mundo. Business Insider (12/07/2018). Recuperado el 27 de abril de 2020 dehttps://www.businessinsider.es/275321

[4]Woody, C. Los 25 ejércitos más poderosos del mundo. Business Insider (9/12/2019). Recuperado el 27 de abril de 2020 de https://www.businessinsider.es/estos-son-25-ejercitos-mas-poderosos-todo-mundo-193570

[5] El número 7 es Japón, el número 6 es Francia, el número 5 es Reino Unido, el número 4 es Alemania, el número 3 es China, el número 2 es Rusia y el número 1 es Estados Unidos de América.

[6]Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI)

[7] Fernández, O. (2011) Las Mujeres en el Islam: Una aproximación (p:279).Universidad Nacional de Educación a Distancia. Brocar: Cuadernos de Investigación Historica. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3932991

[8] El Nudo Gordiano es, uno de tal naturaleza que no se conoce su inicio, trayectoria ni final, de manera que no se puede deshacer. La leyenda atribuye a Alejandro Magno que lo deshizo cortándolo con un seco golpe de su espada. Quien lo deshiciera conquistaría Asia.

[9] El Imperio Persa se extendería en el pasado a todo Irán y a las zonas aledañas.

[10] Jefferson. T. (The Hispanic Council) (s/f). “La historia de los EE.UU. se escribe en español”. Recuperada de https://www.hispaniccouncil.org/jefferson-el-presidente-de-eeuu-que-hacia-leer-el-quijote-en-espanol-a-sus-hijas/

Desde las primeras incursiones de Ponce de León por su costa atlántica con la fundación de San Agustín en Florida (su ciudad más antigua) hasta Diego de Becerra por California, Núñez Cabeza de Vaca por Texas. También los estados de Nevada y Arizona y Utah, además de Luisiana.  Se sugiere a quien pudiera estar interesado en ello lo haga pues no es leve el papel de España en su formación como nación. Hasta su papel en la guerra de su independencia. El papel del malagueño, ciudadano honorífico de los EE.UU: y padre fundador a título póstumo, Bernardo de Gálvez, cuyo retrato figura en la sala de padres fundadores del Capitolio de los EE.UU.. En su honor lleva su nombre el condado y la ciudad de Galveston en el estado de Texas. Entre otras muchas cosas, venció a los británicos en la Batalla de Pensacola, bloqueo el puerto de Nueva Orleans para que los británicos no pudieran avanzar a través del rio Misisipi, tomó Mobila (Alabama) y la costa de Florida del Canal Bahama, alcanzó Manchac y el fuerte de Baton Rouge y expulsó a los británicos de Luisiana, aventajó a los estadounidenses en Georgia y Carolina del Sur y tomó la isla de Nueva Providencia en Bahamas abortando en último reducto de resistencia británica en la zona.

[11] El signo $ que referencia al dólar estadounidense sería la cinta del escudo de España que incorpora su divisa “Plus Ultra” y las dos líneas verticales, las columnas de Hércules que lo flanquean.

[12] Es común en todo el globo referenciar su origen al escocés Adam Smith (1723-1790), incluso lo hacen en las universidades españolas. Menos conocido es que mucho antes que el generalista A. Smith, toda una escuela de economistas españoles se dedicaron a estudiar multitud de aspectos técnicos de la ciencia económica que alcanzaron su máxima expresión en la escolástica tardía de la denominada Escuela de Salamanca. Véase “El Pensamiento Económico en España” (Grice-Hutchison, M. 1978).

[13] La formulación de la Teoría Cuantitativa del Dinero, normalmente atribuida a Jean Bodin (1568) fue formulada con anterioridad por Martín Azpilcueta en 1556 de la Escuela de Salamanca (Grice-Hutchison, M. 1978) en “Economía y Economistas Españoles” (Álbum. Santos, M. en Volumen 2. p:XXVI y ss). Fuentes Q, E. Barcelona. Galaxia Gutenberg (1999)

[14]Guillermo Llona ABC 3/03/2013 citando la obra de Juan Sánchez Galera “Vamos a contar mentiras” …  «Se parte completamente de cero con la premisa de establecer unas nuevas normas de convivencia entre los hombres, basadas no ya en lo que se entendía hasta ese momento como cierto en Europa, sino unos valores comunes a todos los hombres de todos los tiempos» citando pasajes de Las Nuevas Leyes de Indias… «Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, más manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio ha recibido, lo remedien». Pero muy pronto surge un debate en la intelectualidad española, alentado por la misma Corona, acerca de la licitud de obligar a todo el continente a pertenecer a un imperio con el que no había mantenido antes ninguna relación. Los españoles empiezan a hacerse preguntas incómodas. «Se parte completamente de cero con la premisa de establecer unas nuevas normas de convivencia entre los hombres, basadas no ya en lo que se entendía hasta ese momento como cierto en Europa, sino unos valores comunes a todos los hombres de todos los tiempos» Isabel la Católica fue la primera persona que se preocupó por los derechos de los indios: determinó que seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles y, en el año 1500, dictó un decreto que prohibió la esclavitud. Nace así un nuevo derecho que, en palabras del autor, «reconoce que las libertades de los hombres y de los pueblos son algo inherente a ellos mismos, y que por tanto, les pertenecen por encima de las consideraciones de cualquier príncipe o Papa» una junta de la Universidad de Salamanca convocada por el emperador Carlos V en 1540 concluye que «tanto el Rey, como gobernadores y encomenderos, habrían de observar un escrupuloso respeto a la libertad de conciencia de los indios, así como la prohibición expresa de cristianizarlos por la fuerza o en contra de su voluntad» Con el tiempo se va formando un cuerpo de normas, las Leyes de Indias, que recogen, entre otros, los siguientes derechos para los indios: la prohibición de injuriarlos o maltratarlos, la obligación de pagarles salarios justos, su derecho al descanso dominical, la jornada laboral máxima de ocho horas y un grupo de normas protectoras de su salud, especialmente de la de mujeres y niños. «Los indios, fuera de ser unos desposeídos, son propietarios de pleno derecho de aquellas tierras que trabajan, y del rendimiento de las mismas pagan un tributo o servicio a su encomendero, quien a su vez tiene obligación de y cristianizarlos (Solo si lo desean). Ya en 1518 una ley establece ya «que sólo podrán ser encomendados aquellos indios que no tengan recursos suficientes para ganarse la vida, así como que en el momento en que fuesen capaces de valerse por sí mismos habrían de cesar» Felipe II se deja presionar por los colonos del Caribe haciendo concesiones especiales para Puerto Rico y La Española, poco más tarde vuelve a dejar clara su repulsa hacia este tipo de institución, prohibiendo una vez más la esclavitud, e incluso haciendo extensiva dicha prohibición a la incipiente importación de esclavos negros»  Por qué no se equivoque nadie, si el Imperio español pudo consolidar su conquista de América no fue gracias a las armas, sino, fundamentalmente, gracias a su clero y educadores. Fernando el Católico encarga entonces un estudio jurídico-teológico al dominico Matías de Paz y al jurista Juan López de Palacios, quienes concluyen que la guerra contra los indígenas sólo será justa «cuando sus caciques y jefes prohíban la libre conversión de sus súbditos, o bien sea menester el desterrar inhumanas costumbres que se niegan a abandonar», como el canibalismo o los sacrificios de personas a los dioses.